Esas pequeñas historias invisibles

No es que las cosas no pasan, es solo que nadie se digna a contarlas


Carlitos, mi chofer favorito

Cuando ya pensaba que el día iba a ser uno más, de esos en donde absolutamente nada interesante sucede, por más que uno lo intente con toda la voluntad, un colectivero de la línea 55 me demostró que cualquier cosa puede pasar.
Volvía de trabajar, sin haber tenido demasiado éxito, y lo único que me interesaba en ese momento era dejar de chupar frío en la terminal de Barrancas de Belgrano, de donde parte dicho bondi. Eran cerca de las 10 de la noche.
En la parada ya había una señora, que olía a perfume caro (seguro había ido a la marcha de Blumberg del otro día) y no paraba de mirar el reloj y echarle de vez en cuando una mirada ponzoñosa al chofer que estaba tomando un mate en el sucucho de los empleados de la línea.
Yo tenía puestos los auriculares, y esa escena tenía de telón de fondo la banda de sonido de Kill Bill Vol II.
El tipo prendió un pucho y empezó a caminar hacia donde estaba la señora, o sea al lado mío. A mi me parecía que lo hacía en cámara lenta, como si cuando se frenara algo terrible iba a suceder.
Tirándole el humo en la cara y poniéndole cara de malo le dice a la vieja: ¿Anda apurada doña?
Ella, que tenía una terrible cara de Mirta, sólo entrecerró los ojos, resentida, y no dijo nada, mientras el hombre daba media vuelta y volvía para tomarse otro amargo (tenía pinta de tomar así los mates).
Aprovechando la distancia, la doña farfulló frases inentendibles pero que indudablemente hacían referencia al encuentro cercano que había sucedido segundos antes, mientras que miraba atentamente cómo él, de a poco, se iba acercando a su unidad.
De repente, un motor gasolero se puso en marcha estruendosamente y la señora se acomodó la cartera como una gallina gorda de acomoda las plumas, marcando que estaba lista para subir al colectivo. El chofer, desde arriba me hizo una seña, como diciendo que ya puedo subir al colectivo.
La vieja paqueta se apuró para entrar antes que yo, mal que me pesara, estaba antes, razón por la cual la dejé pasar.
El chofer, con gesto indignado me tira una mirada severa y la vuelve hacia Marta. Con el dedo índice bien estirado y oscilándolo de izquierda a derecha, mientras hacia un ruido que sonaba como tchz tchz, le niega el acceso.
Entonces, desconcertada, Marta me dice mientras regresa a la parada: "Ahora este negro me dice no se puede subir. ¿A vos te parece?".
Haciendo como que no la había escuchado, subí al colectivo y el chofer me regaló una sonrisa de gran satisfacción. La doña, desde abajo no podía creer lo que veía e intentó mandarse, dispuesta a no fracasar.
Carlitos, según decía un cartel brillante en el tablero, le cerró la puerta en la cara y se asomó por la ventanilla para decirle: "La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia".
Arrancó, y tomando por Luis María Campos, me dice a mí, su única pasajera: "Me tienen harto estas cogotudas de medio pelo".
Una sonrisa fue mi única respuesta. Y todavía no puedo borrármela.

5 Respuestas a “Carlitos, mi chofer favorito”

  1. # Anonymous Anónimo

    Señorita le puedo decir que en esta ciudad (La Plata) estos cogotudos de medio pelo se pueden contar de a miles. Esta lleno de esos que tienen el auto importado pero no pagan las expensas, o viajan a punta del Este pero el roban el cable al vecino, y hasta la linea telefónica para llamar a un amigo en España…

    Carlitos es un justiciero, ojala todos sacáramos el carlitos que hay en nosotros…

    Por cierto Linkeada está


    Don Kace de casosperdidos.blogspot.com  

  2. # Anonymous Anónimo

    ese hombre es un HEROE...
    necesitamos mas gente asi, si si si, en especial luego de el viaje que tuve hoy.
    Nacho  

  3. # Blogger Amperio

    El flaco Ciriaco iba por la cuarta vuelta larga de su bondi 80 (Barrancas-Barrio Sarmiento) cuando se levanta para bajar una de estas señoras oligarcas devaluadas que Ud. dice.
    Se para frente a la puerta trasera y aplica, sucesivamente y con cadencia musical, cinco timbrazos intempestivos.
    Al tercer timbre el Ciriaco mira mal, al cuarto comienza a putearla y al quinto para el bondi, lo frena, saca algo de la guantera, se levanta y se va hecho una furia hacia la vieja y le dice:
    -Tomá, pirada. -el animal le ofrece un destornillador- Ya que te gusta tanto el timbre sacálo y llevátelo. Te lo regalo.  

  4. # Blogger La vieja que no devuelve la pelota.

    Todos los choferes debieran reaccionar colectivamente como Carlitos contra estas viejas cogotudas. Vieja sí, cogotuda never.  

  5. # Blogger Puchi

    Juaaaaaaaa!! recien ahora leo esto! bueniiiiiiiisimo!
    Cuantas veces he caido en esa terminal del 55 a la noche, lástima que nunca me tocó presenciar ese espectaculo!  

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