Esas pequeñas historias invisibles

No es que las cosas no pasan, es solo que nadie se digna a contarlas


Plutón y el arbusto

Una amiga, que labura en una editorial que hace manuales escolares me hizo el siguiente comentario: "Me censuraron a Plutón".
Ante mi sonrisa condecendiente, agrega: "De verdad te digo. Tuve que borrar con Photoshop al noveno planeta. A ese que nos enseñaron que era el último y más alejado del sol."
En ese momento, intenté acordarme qué me habían enseñado en la primaria sobre astronomía y me acordé que con una compañera tuve que hacer un trabajo especial sobre ese planeta. Ahora, por convención, ese ya no es tal (al que le interese más información técnica al respecto puede entrar acá).
Con esa idea en la cabeza, volví al laburo y le comenté la conversación a un compañero (B.) que suele ser sabio a su manera con los comentarios al margen que hace, y me dice: "En efecto, ahora dicen que es sólo un cuerpo celeste que no llega a ser planeta".
Cómo mi cara exigía que continuara explicando, con total naturalidad completó: "Claro. Viste el gomero de Plaza de Tribunales, todos piensan que es un árbol pero no, es un arbusto. Es la misma sutil diferencia".
¿No es un fenómeno?

SI él lo dice...

El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo.

Roberto Arlt

Conversación y contingencia

Hace poco leí en algún lado que las conversaciones están en peligro de extinción. Pero no las conversaciones de relleno, las que sólo se pronuncian para hablar del clima, concretar un encuentro o pedir algo por teléfono. Sino esas en las que de manera apasionada dejas salir casi sin filtro todo lo que se te cruza por la cabeza, y encontras del otro lado a alguien que sabe valorar lo que decis, por más que no esté de acuerdo.
Hoy me di cuenta de que algo de razón en eso había, cuando tuve la suerte de ser protagonista de un coloquio casi mágico, de esos donde fluye sólo la adrenalina de pensamientos que se amontonan en la lengua esperando salir ansiosos.
Como es costumbre, escuché más de lo que hablé, tal vez porque es mi trabajo, pero por suerte casi todo el tiempo me olvidaba de que eso era lo que estaba haciendo en ese lugar.
Después de un rato largo de reflexión sobre las particularidades de la vida, de las distintas personas llegamos a la conclusion, bastante obvia por cierto, de que la realidad era una contingencia, que la verdad estaba lejos de ser tautológica y que el presente lo construimos nosotros con cada cosa que hacemos.
Después de terminar el café, y de decir las ultimas palabras en mi estómago se mezclaban varias sensaciones y una sóla certeza.
Un cariñoso beso en la mejilla fue la despedida, y al salir a la calle, reparé en el cartel del lugar que decía, no por casualidad, 'El último beso'.

La patada inicial

No estoy del todo segura qué cosas completaran las páginas de este blog. Sólo sé que tal vez se llenen de esas cosas que siempre están y que por eso mismo pasan completamente desapercibidas a los ojos ensimismados por la rutina.
Hace un tiempo que una sensación se reproduce en mi cabeza, cuando miro a la gente camino al trabajo, cuando me asomo al balcón y veo pasar los trenes, o cuando dejo volar la imaginación y aparecen cosas tan increíblemente cotidianas, concretas y que nos hacen ser quienes somos.
Probablemente el lector, si es que hay alguno, encuentre alguna imagen con la cual se sienta identificado o tal vez no. Quizás opine que es una pérdida de tiempo o una idiotez sin importancia. Pero si está acá, es porque para mí algo significó, aunque sea sólo por un efímero instante.
Así que de esta manera doy por inaugurado esto, que no tiene ningún objetivo que cumplir. Y si a alguien se le escapa una reseña, nota al pie, sensación o comentario, bienvenido sea.



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